martes, 18 de septiembre de 2012

Superman.

Tal vez no sea una súper heroína, ni tampoco juego mi vida salvando a los demás de las garras del Doctor Octopus. Tampoco tengo oficio de periodista, ni llevo unas gafas de pasta negra. La gente no se pregunta “qué es eso, ¿es una avión? ¿es un pájaro?” cuando me ven por la sencilla razón de que no vuelo. No gasto mi tiempo libre en salvar la vida de los habitantes de mi ciudad, ni mucho menos vestida con unas mallas azules y una capa roja. No tengo una relación amorosa con un compañero de trabajo que desconoce mi faceta de “heroína” ni tampoco lo saco a volar por la noche, surcando los cielos estrellados. Está bien, quizás no sea la protagonista de cientos de cómics, de películas e incluso series de televisión y también es técnicamente imposible que sea conocida mundialmente. A simple vista cualquiera diría que no tengo nada en común con Superman, pero sí que lo hay. Hay una razón, y esa razón eres tú. Tú, mi Kriptonita. Tu presencia me debilita, tu ausencia me enloquece. Y si algo he aprendido durante mi infancia, con las aventuras de este súper héroe es que la única manera de ser fuerte, inmune a mi kriptonita, es alejándome de ella. Y ahora, te dejo. Tengo que salvar mi propio mundo, y si me disculpas, alejada de ti.

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