Un grifo goteaba. El despertador latía con ese insoportable tic,tac.
El cielo estaba encapotado y el cristal estaba siendo golpeado de
millones de gotas de agua. Tenía pinta de hacer frio, mucho frio; pero
nada que ver con el interior de la habitación. Las sábanas estaban
esparcidas por el suelo y ellos descansaban tumbados encima de ellas. La
cama les resultaba ya monótona y habían optado por trasladarse
directamente al suelo.
Él fumaba Chestter.
Ella contemplaba los surcos de humo qe el dibujaba, imaginando que
formaban figuras. Un gato perezoso se movía entre sus piernas buscando
calor.
Parecía todo perfecto. Jodidamente perfecto. Tanto, que ya tardaba en estropearse.
Lo
resumiré todo en que esa era la misma historia de siempre, acabando con
un portazo, maldiciones, puñetazos contra paredes y muchos cigarros
apagados contra el suelo.
Nunca se cansarían de perderse, ya que más tarde volverían a encontrarse.
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