Tras noches atenuantes.
Vuelves
a casa con los ojos llenos de rímel. Te miras en el espejo y juras a
tu reflejo qe no volverás, que esa vez es la definitiva. Lloras y
lloras, apagas un cigarro tras otro y haces qe las botellas de alcohol
se estrellen contra el suelo. Duele. Como ningún dolor físico dolerá
jamás. Es algo incurable que no se borra con ibuprofeno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario